Afectadas por la precariedad, las mujeres merecen atención y acompañamiento
La situación de ciertas mujeres que viven en la Comuna de Jacmel se ha vuelto mucho más crítica tras el terremoto, son las mujeres que, incluso antes de la catástrofe, tenían pocos o ningún ingreso.
Una de las consecuencias de esta precariedad es que algunas de ellas se prostituyan para intentar hacer frente a sus necesidades. Mme Myriame Pierre, secretaria general de la Réseau Initiative des Femmes Jacmel-Red Iniciativa de mujeres de Jacmel (miembro de CROSE) ha visitado varias veces el campo Pinchinat para reunirse con las mujeres prostituidas. Estas mujeres son víctimas de discriminación, de estigmatización y de exclusión; en efecto, a menudo la población les impide acceder a la distribución de la ayuda.
Estas mujeres no se consideran forzosamente como prostitutas de profesión. Venden su cuerpo pero esperan algo mejor. «No me gusta lo que hago, pero como no tengo de qué vivir, estoy obligada a ello. He venido a Jacmel a trabajar, y con el dinero que gano aquí, cuido de mi familia. Tengo dos hijos en casa de mi madre. Tan pronto como pueda formarme o encontrar un trabajo con el que pueda hacer frente a mis necesidades, dejaré definitivamente este trabajo.»
Para ayudar a este grupo de 22 mujeres, la Réseau Initiative des Femmes Jacmel les ha entregado a cada una un kit de higiene y una ración alimentaria completa para un mes. Se han organizado también consultas médicas gratuitas en los puestos de salud y clínicas móviles. Mujeres lideresas les visitan cada día para acompañarlas, sensibilizarlas y buscar con ellas soluciones sostenibles para ayudarles a salir de esta situación.
Solidaridad entre la población damnificada
En el barrio de Labidou, una mujer miembro de un grupo solidario de esta zona testimonia : “Nos organizamos para comer y dormir juntos, preparar la comida… Somos 60 familias. Unos hacen la comida, otros van a buscar agua… Conseguimos la comida en las organizaciones. De CROSE hemos recibido kits alimentarios e higiénicos, aceite, guisantes, arroz, detergente, sábanas, mosquiteras, cloro, garrafas, jabones… Lo mejor de estas distribuciones es que somos nosotros quienes hacemos la comida. Es un signo de solidaridad. Preparamos la comida una vez al día, a mediodía, para 288 personas. No tenemos demasiadas dificultades, sólo resulta duro cuando llueve.’’
Igualmente, un miembro de uno de los grupos solidarios de Meyer se queja de no tener tiendas, lo cual hace la situación muy difícil cuando llueve, porque no pueden dormir y se ven obligados a entrar en las casas, con el riesgo que conlleva. “Lo que más nos duele es cuando llueve de noche y nuestros bebés se mojan. Y después las sábanas y los colchones están empapados.’’
En el Parc Dejoie, (Meyer), los responsables del comité de barrio dan también su testimonio de la situación. «Somos 200 personas, que dormimos y vivimos en el parque desde el día del terremoto. Con una ONG, Save the Children, se organizan algunas actividades culturales y deportivas para los niños y jóvenes, para que puedan olvidar un poco lo que ha pasado.»
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