Finalmente hemos enterrado a nuestros muertos. Es tiempo de pensar en los próximos pasos. Esto debería ser trabajo del Gobierno. Pero ni siquiera en tiempos “normales” han sabido jamás los responsables del Estado presentar una visión clara que pudiera orientar el camino, ni un plan de acción para gestionar y resolver los problemas. Siempre, bajo un fondo de manipulación electoralista (¡eternos candidatos!) han jugado a bomberos, apagando los fuegos que las legítimas tensiones sociales iban encendiendo. Todo se ha ido haciendo siempre en la urgencia, excepto la planificación del carnaval y los golpes de Estado electorales. Apenas superado el escándalo financiero y de mala gestión ligado a la gestión de la ayuda tras los ciclones de 2008, ¿puede el Gobierno hacer frente a esta nueva catástrofe?
Todas las señales muestran que el país está en camino de naufragar, de hundirse en esta nueva emergencia tras el terremoto. Y a fuerza de “priorizar lo urgente sobre lo esencial, olvidamos la urgencia de lo esencial”.
Lo esencial es reconstruir este país: en su dimensión física, por supuesto, pero también y sobre todo en sus dimensiones moral, social y espiritual, intentando reforzar y apoyar el humanismo haitiano, que tiene su fuente en nuestra riqueza cultural. ¿Acaso no ha sido este humanismo el que supo, durante los tres primeros días tras el terremoto, movilizar a hombres y mujeres para remover los escombros con sus manos desnudas para salvar vidas? ¿para compartir su agua, sus ropas y comida, a pesar de la enorme precariedad? Basando unilateralmente lo humanitario en la ayuda exterior, corremos el riesgo de ahogar el humanismo haitiano.
Lo esencial es reorganizar este país en los aspectos administrativo y político, teniendo en cuenta un plan real de planificación territorial basada en la descentralización, oportuna ahora. Lo esencial es refundar la institución escolar haitiana, para que sea una escuela ciudadana, basada en la justicia y la equidad, que facilite el acceso a conocimientos a todos los ciudadanos y ciudadanas. Que sea una escuela al servicio de la nación.
Lo esencial es la integración nacional ; es decir, romper las barreras que separan a las diferentes categorías y clases sociales, valorando la labor y el trabajo de la población campesina, de las pequeñas comerciantes, de los artesanos que trabajan duro para sostener nuestra economía y mantener la vida.
Lo esencial, finalmente, es, sobre la base de una nación reunida, articulada alrededor de los sectores y actores mayoritarios, oprimidos y progresistas, y de las regiones puestas en pie, reclamando sus derechos a un desarrollo autónomo, escoger unos nuevos dirigentes que sean capaces de trazar el camino de mañana, porque hay que reconocerlo, los que están ahora son impotentes. Deben ser reforzados, o bien otras manos deben tomar la antorcha. El momento requiere calma, pero también requiere rupturas.
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